Parroquia Seminarística Santiago Apóstol
Tantoyuca Veracruz
Reflexión del XXIV Domingo Ordinario
¿QUIÉN SOY YO?
Is 50, 5-9; Sal 114; Stgo 2, 14-18; Mc 8, 27-35
XXIV domingo del tiempo ordinario, ciclo b
13 de septiembre de 2015
Del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. En el camino les hizo esta pregunta: ¡Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.
Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas Palabras: “¡Apártate de mi, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.
Después llamó a la multitud y a sus discípulos y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN ESCRITA POR EL PBRO. GILBERTO LORENZANA GONZÁLEZ DEL SEMINARIO MAYOR IGNACIO LEHONOR ARROYO
La identidad del Maestro
El texto del evangelio está en el ambiente de las peregrinaciones que ha realizado Jesús. Ya estuvo en Betzaida (realizando una curación cfr. Mc 8, 22-26) y ahora se le ubica en los poblados de Cesarea de Filipo (ésta es la ciudad del César, cercana a las fuentes del Jordán, que el tetrarca Filipo había escogido como su residencia y que para distinguirlas de las otras ciudades le denominó Cesarea de Filipo. Éstos son lugares preponderantemente paganos) caminando con sus discípulos por ese poblado, les hizo una pregunta crucial: ¿quién dice la gente que soy yo? El hecho de que pregunte por sí mismo es algo digno de llamar la atención. La pregunta está dirigida a sus discípulos, con la intención de recoger el pensamiento de la gente de su tiempo.
Ellos hicieron eco diciendo que Él era Juan el Bautista, otros que Elías, algunos más que alguno de los profetas.
Inmediatamente se constata que no hay una clara identidad con la persona de Jesús; aunque son muchos los que lo admiran, algunos otros tal vez lo siguen, sin embargo no hay una convicción de su persona, su mensaje, su ser, su identidad es desconocida.
Jesús es el Mesías
Las respuestas que ha escucha son muy cortas y por eso nuevamente cuestiona a los que son sus colaboradores más cercanos, es decir a sus apóstoles. “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? Pedro afirma: “Tu eres el Mesías”. La respuesta es de un modo claro y sin equivocarse.
Pero, ¿acepta Jesús con gran benevolencia la confesión que ha hecho Pedro? Sí es así, ¿por qué entonces, les ordena que no le digan a nadie? Además cómo es posible que el mismo Pedro un poco después le ponga objeciones e intente apartar a Jesús de su camino que Él ya ha señalado.
Más aún, Jesús reacciona de forma muy dura ante Pedro el cual le ha honrado con una declaración del más alto honor, sin embargo le reprende diciéndole “Apártate de mí, Satanás”, porque tú no conoces los pensamientos de Dios, sino de los hombres.
En el evangelio de Marcos, Jesús no se presenta como el Mesías, puesto que este título en su tiempo resulta ser un libertador terreno y nacionalista. Idea que no es compatible para Jesús. Ciertamente la confesión de Pedro no es falsa, sin embargo Jesús la prohíbe porque no está depurada o bien clarificada el mesianismo que Él nos viene a presentar.
El título de Mesías por una parte significa la cumbre de la vida de Jesús, es decir que va a padecer mucho, será rechazado, será entregado a la muerte y resucitará. Sin embargo, por otra parte, puede resultar peligrosa cuando no se tiene claridad de su identidad. Por eso, es comprensible que mejor no digan nada de Él y así evitar confusiones.
¿Quién soy yo para ti?
Esa pregunta que Jesús lanzó hace muchos años, la sigue preguntando a cada uno de nosotros. Su conocimiento ha llegado a nosotros a través del ámbito intelectual; sabemos algo de Él porque desde el catecismo nos aprendimos cosas de memoria, nos llegó su conocimiento por medio de imágenes, oraciones formuladas, devociones, rezos, peregrinaciones, etc.
Nosotros para poder responder a esa pregunta podemos acudir al Magisterio de la Iglesia, a cursos, diplomados, semanas bíblicas, leer textos de teólogos, etc.
Sin embargo, Jesús pide una respuesta más personal y comprometedora. Por eso, para el católico es necesario reconocer y confesar cada vez con mayor hondura el misterio de Jesús. Si se ignora a Cristo, la Iglesia vive ignorándose a sí misma. Por ello, mismo no conoce cuál es su tarea, su misión y su razón de ser. Para conocerlo es necesario seguirlo de cerca y colaborar con Él día a día. Es vital el encuentro con Él.
ALGUNA PISTA DE REFLEXIÓN: ESCRITA POR EL PBRO. ÁNGEL LÓPEZ LÓPEZ
Tres ideas importantes nos presenta el santo Evangelio de este domingo. La primera, es la confesión de fe que hace Pedro sobre quien es Jesús; segunda, cuando Jesús les explica sobre lo que le espera en el futuro, el mismo Pedro trata de disuadirlo; tercera, las condiciones para seguir a Jesús.
¿Cuál es el mensaje para nuestra vida espiritual? En primer lugar, Jesús también, hoy día, nos hace la misma pregunta que le hizo a sus discípulos: Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo? La respuesta de cada uno será de acuerdo a la experiencia de fe que hayamos tenido en el trato íntimo con él, que quede claro, se trata de la experiencia de fe, no de sentimentalismos, sino de una relación profunda entre Jesús y cada uno de nosotros, relación que se adquiere por la oración, por la lectura orante de la Palabra y por la recepción frecuente de los Sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía.
A la segunda idea, Jesús, desde un principio, expone el plan de salvación que el Padre le ha encomendado, la misión para lo cual ha venido al mundo y se la comenta a sus discípulos, desde el principio, para que se vayan preparando a este desenlace; sin embargo, Pedro trata de ser una “piedra de tropiezo” para que dicha misión no se cumpla, recordando la vida de gracia en la cual fue creado Adán en el paraíso y que perdió precisamente por hacerle caso a Satanás, por eso Jesús reprende a Pedro delante de los discípulos diciéndole: “¡Apártate de mi Satanás!” (Engañador). Jesús es consciente de su misión y, cueste lo que cueste, la quiere llevar a cabo, cumpliendo así la voluntad del Padre. Esto debe ser un ejemplo para nosotros, porque cada uno tiene, en su propia vida, que desarrollar una vocación o un llamado del Señor; llamados que no se realizan porque con frecuencia el Tentador nos hace tropezar y no escuchamos la voz del Señor.
La tercera idea es la invitación que hace Jesús para seguirlo y la recompensa que recibirán quienes lo sigan. Para seguir al Señor pone dos condiciones: renunciar a sí mismo y segundo; cargar con la cruz de cada día. ¿La recompensa? La vida eterna. De modo que seguir al Señor es despojarse de toda aquella “basura” que nos estorba, como pueden ser bienes, dinero, poder, placer y tantas cosas materiales que nos “atan” y nos jalan lejos de la voluntad del Señor. Para seguir a Jesús se requiere generosidad, entrega, renuncia y llevar, cada día, la cruz que nos ha tocado cargar, sabiendo que al final del camino vendrá la recompensa que es la vida eterna.
Entonces haciendo una conclusión de lo que presenta hoy el santo Evangelio, hay que decir que: según la experiencia de fe que se tenga del Señor, ella llevará a creer en Jesús, que murió y resucitó, cumpliendo así la misión que el Padre le había encomendado, siendo así obediente hasta la muerte en cruz.
A esta misión él nos invita, desde el día de nuestro Bautismo, sólo hay que ser generosos despojándose de todo egoísmos y si es necesario, dar la vida por el Evangelio. ¡Bien vale la pena! Pues la recompensa será la Vida Eterna.