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Reflexión del 23º Domingo Ordinario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Del Santo Evangelio según san Marcos: 7, 31-37.

 

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá”!. (Que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, y se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie, pero cuánto más se los mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN: El santo Evangelio que leemos en este domingo, nos presenta la pobre y lamentable situación de este hombre: sordo y tartamudo, está atrofiado de dos de los sentidos importantísimos para poder comunicarse, y al tener estas deficiencias, es incapaz de relacionarse y si no se puede relacionar vive en un mundo de soledad, aislado, y por lo tanto, marginado. Es una situación verdaderamente de desdicha y desgracia.

 

Dios que ha creado al hombre dotado de inteligencia y razón, le ha dado, también, los 5 sentidos para que con ellos pueda percibir la belleza de la creación y la sinfonía de sonidos que en ella se encuentra, entrando así, en relación franca con todo lo que le rodea; sin embargo, este hombre, esta atrofiado en dos de sus cualidades sensitivas. ¡Qué desgracia no poder estar en armonía con el mundo natural ni con el mundo de sus semejantes.

 

Pero detrás de este hecho, tan real, san Marcos quiere transmitirnos un mensaje, una enseñanza que nos ayude a fortalecer nuestra fe y a crecer en nuestra vida de santidad y entonces es conveniente empezar diciendo que: muchos de los conflictos y problemas que se dan en la vida personal, familiar, matrimonial, laboral, comunitaria, social, en la Iglesia y en donde haya más de un ser humano, se podrían resolver si se diera una buena comunicación; si cada uno se esforzara por tener una mejor relación con el otro y con el Otro.

 

Nadie viviría ni se sentiría aislado ni marginado, si cada uno se esforzara por salir de su mundo e hiciera lo posible de ir al encuentro del otro a través de la comunicación y del diálogo, somos seres sociales y en relación; por eso, para crecer necesitamos de los demás; para realizarnos como personas, necesitamos de los demás, somos seres en continua relación con nosotros mismos, con la naturaleza, con el prójimo y con Dios.

 

¿Pero qué es lo que obstaculiza nuestro encuentro y nuestras relaciones? Lo que pasa es que con frecuencia nos mostramos sordos, ciegos y tartamudos para los demás, poniendo así una gran barrera para comunicarnos con nuestro entorno y entonces, aquí está la raíz del problema para una buena comunicación, y aquí está el origen de los conflictos.

 

Pues bien, esto que nos sucede en nuestras relaciones interpersonales, con nosotros y con el medio ambiente también nos pasa a la hora de relacionarnos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; se da toda una incapacidad de parte nuestra porque con frecuencia nos hacemos sordos y tartamudos para las cosas de Dios. Resulta que Dios Padre continuamente nos habla en su creación, por medio de su Hijo Unigénito, en todos los acontecimientos de nuestra vida y en los sucesos que pasan a nuestro alrededor y ¿acaso escuchamos? ¿Acaso hablamos de las maravillas de Dios? Generalmente no lo hacemos porque no queremos oír la voz del Señor.

 

Dios nos habla de amor, de bondad, de misericordia, de perdón, de salvación, de conversión  y de paz y ¿lo escuchamos? El Señor nos pide que su Palabra la proclamemos por el mundo, que anunciemos la Buena Nueva de salvación, que llevemos su Evangelio hasta los últimos rincones de la tierra y ¿lo hacemos? Nos da miedo, nos quedamos indiferentes, ¿por qué? ¿Por qué no podemos hablar de las cosas del Reino? porque estamos tartamudos para las cosas de Dios.

 

Surge entonces la pregunta: ¿Qué hacer para quitar estos bloqueos y que surja una buena comunicación con Dios? ¿Qué hicieron con este hombre enfermo? Lo llevaron ante Jesús y le suplicaban que le impusiera las manos. ¿Qué pasó? pues la Palabra sanadora de Jesús lo curó. Así nosotros, para entrar en sintonía con Dios y poder oír su Palabra y hablar de su Palabra la respuesta es Jesús. Vayamos a Él para que pronuncie, sobre nosotros, la palabra clave: “¡Effetá!” (“¡Ábrete!”) y entonces, sólo entonces, todo será diferente. Atrevámonos acercarnos a Jesús, sólo él puede abrir nuestro mundo de soledad, nuestra sordera y nuestra tartamudez. ¿Pero dónde encontrar ahora a Jesús? Ya no lo encontraremos en el Lago de Galilea, está mucho más cerca de lo que pensamos, está en cada uno de los Sacramentos, en la Confesión, en la Eucaristía, en la Oración; está en la Sagrada Escritura. Ahí lo podemos encontrar. Corramos hacia él para que nos quite estas barreras de comunicación.

 

En este mes de la Biblia, de modo especial, Jesús quiere abrirnos los oídos a las cosas de Dios, por medio de la lectura y meditación de la Palabra, Palabra que es Él mismo, Palabra que nos habla de las cosas del Reino, que nos invita a seguirlo, para ser realmente libres. Lamentablemente esa vida nueva que Jesús nos ofrece, y que cambió la vida de éste hombre enfermo, y que nosotros podemos encontrar en la Biblia, no tiene sentido para muchos de nosotros. Las relaciones con nuestro prójimo, con Dios, con nosotros mismos y con la creación, serían mucho mejor, si aprendiéramos la importancia que tiene la comunicación y el diálogo, pero esto no puede ser posible si seguimos sordos y tartamudos, sólo nos falta estar ciegos, para completar el cuadro de nuestra desgracia.

 

Que esta Palabra de Dios que hemos escuchado, en este domingo, nos ayude para acercarnos a la Santa Biblia con fe, para que Ella transforme nuestra vida; por eso, leámosla, conozcámosla, meditémosla y vivámosla, Ella tiene el poder de transformarnos y ayudarnos a caminar seguros, porque Ella es lámpara para nuestros pasos; Ella es vida nos dice el Salmo 119; Ella es salud, ¿qué es lo que hizo con este hombre que le presentaron a Jesús?

 

Oración para este mes de la Biblia, de la Palabra:

Haznos, Señor, instrumentos dóciles de tu Palabra.

Donde haya oscuridad, encendamos la luz de tu Palabra.

Donde haya discordia, sembremos el amor de tu Palabra.

E haya envidia, plantemos la generosidad de tu Palabra.

Donde haya ofensa, celebremos el perdón de tu Palabra.

Donde haya cobardía, tengamos la fortaleza de tu Palabra.

Haznos, Señor, instrumentos de tu Palabra.

 

 

Pbro. Ángel López López

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