Parroquia Seminarística Santiago Apóstol
Tantoyuca Veracruz
Reflexión del XXVIII domingo del tiempo ordinario
VE Y VENDE TODO LO QUE TIENES
Sab 7,7-11; Sal 89; Heb 4, 12-13; Mc 10, 17-30
Domingo XXVIII del tiempo ordinario, ciclo b
11 de octubre de 2015
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre".
Entonces él contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven". Jesús lo miró con amor y le dio: "Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a los discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!" Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: "Hijito, ¡Qué difícil es para quienes confían en en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios".
Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: "Entonces ¿quién puede salvarse?" Jesús, mirándolo fijamente, les dijo: "Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo lo es posible".
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte".
Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Palabra del Señor
REFLEXIÓN
¿Qué debo de hacer para alcanzar la vida eterna?
El texto del evangelio, que escuchamos hace ocho días, de san Mc 10, 2-16 iniciaba con una pregunta que los fariseos le plantearon a Jesús. Le decían: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa? Esta pregunta es mal intencionada, es una pregunta con dolo.
Ahora, el mismo evangelio de San Marcos 10, 17-30 inicia nuevamente con otra pregunta, la cual es formulada por un joven rico. El interrogado es Jesús. Se le acerca a todo prisa se le arrodilla y le pregunta ¿Qué debo de hacer para alcanzar la vida eterna? La pregunta tiene un tono muy distinto a la incógnita que le hicieron los fariseos. Es una interrogante hecha con respeto, es de orden existencial, con miras hacia el futuro o más allá de la muerte, es con el fin de encontrar una luz para orientar su vida.
Jesús le recuerda simplemente que lo que tiene que hacer es cumplir los mandamientos. Para la tradición judía, éstos, son el camino de la salvación. No olvidemos que quien hizo la pregunta es un judío; por tanto si te interesa la salvación cumple con tu religión y te salvarás.
Es interesante ver que Jesús al ponerlo frente a la ley de Moisés, sólo le recita aquellos mandamientos que tienen que ver con el prójimo, a saber: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás, etc.
Lo que le puntualiza Jesús es que para salvarse, no necesita una adhesión a Èl; ya que dichos mandamientos piden una honradez elemental, ¿Por qué como podrán salvarse los paganos que no conocen a Jesús, ni nuestras leyes, ni las leyes de Moisés? Se salvan con una vida recta, noble, buena. Con una vivencia ética.
¿Qué me falta?
El joven no está muy satisfecho ya que él afirma cumplir todo eso desde muy pequeño; es decir se describe como alguien cumplir de la religión judía, respetuoso de su prójimo. En otras palabras ha evitado el mal; pero le falta hacer el bien.
Jesús lo ha mirado con cariño, ternura, con amor y reconoce que efectivamente todos los mandamientos referentes al prójimo los ha cumplido; sin embargo una cosa te falta: Ve y vende lo tienes, da el dinero a los pobres así tendrás un tesoro en los cielos.
Lo que le está proponiendo Jesús es una idea clara del seguimiento. Por tanto, para seguirlo es absolutamente indispensable la renuncia a la riqueza sin esperanza de retorno (da tu dinero a los pobres).
Así, pues, si eres capaz de librarte de cualquiera atadura, de cualquier bien material, de cualquier riqueza efímera, Dios es y será para ti tu tesoro.
El mensaje es clarísimo, no basta con pensar en sí mismo, en mi propia salvación, sino es también importante pensar en el bienestar de los demás, en la salvación de mi prójimo, no basta con preocuparse en la vida futura sino también en la vida presente. No es suficiente con no hacer daño (evitar el mal), sino que es necesario colaborar en el proyecto de Dios y realizar un mundo más justo.
Se marchó triste
El joven no pudo soportar el peso de estas palabras, se puso triste, se dio media vuelta y se marchó. No pensaba que Jesús le diera esta respuesta. Esta es nuestra realidad porque pensamos ser cristianos, sin seguir a Cristo, creemos que somos buenos pero no queremos asumir el proyecto de Dios presentado por el Maestro bueno.
Jesús afirma categóricamente ¡qué difícil va ser para los ricos entrar en el Reino de Dios! Lo que aquí se describe no es que los ricos no puedan salvarse en la otra vida, sino que es imposible que un rico (que no renuncie a sus riquezas) pueda seguir a Jesús, como es imposible que un camello pase por el ojo de una aguja.
Por tanto, es vital revisar nuestra relación con el dinero ¿para que estudie esta profesión? ¿Por qué ahorro? ¿En qué invierto mi dinero? ¿Qué compro? ¿En dónde compro? ¿Para qué compro?
Pbro. Gilberto Lorenzana Gonzàlez
Diòcesis de Tuxpan
Encargado de la Dimensión Pastoral del seminario