Parroquia Seminarística Santiago Apóstol
Tantoyuca Veracruz
Reflexión dominical "el Bautismo del Señor"
Is 40,1-5.9-11; Sal 103; Tit 2,11-14;3,4-7; Lc 3,15-16.21-22
10 de enero de 2016
Después de haber celebrado la navidad, la festividad de la Sagrada Familia, el día de los inocentes, el fin de año y el comienzo de uno año nuevo, la epifanía del Señor; ahora la Iglesia nos invita a celebrar el bautismo del Señor todo el marco del tiempo de la navidad de acuerdo a la liturgia nuestra.
El texto de la primera lectura es una preparación para entender el mensaje que está escrito en el santo evangelio. Toda la primera lectura es un camino que conduce a vivir el anuncio evangélico desde la perspectiva del bautismo.
He aquí las ideas clave del texto de Isaías (40,1-5.9-11) que es conocido como el libro de la consolación.
Consuelen a mi pueblo
La primera lectura del profeta Isaías describe varios momentos[1], los cuales están entrelazados, es decir uno se entiende con el otro y nos conducen a un mismo punto, que para mi pobre punto de vista seria consolar a mi pueblo. El texto invita a levantar los ánimos a aquellos que están apesadumbrados por tantas calamidades.
El mensajero debe anunciar el perdón, por eso la importancia del hablarle al corazón para consolarle, confortarle de forma amorosa.
La novedad es que el tiempo de la servidumbre, de los trabajos duros ya pasó, ahora se inicia una nueva vida. La época de la expiación por sus pecados ya ha quedado “como pagada”.
Preparen el camino del Señor
El retorno glorioso del pueblo exiliado, será precedido por la gloria del Señor, sin embargo, habrá una voz que preparará el camino, para que la llegada sea grandiosas; por eso es necesario preparar una calzada amplia, para que el cortejo pase sin ningún obstáculo.
El Señor está aquí, lleno de poder y como un buen pastor
El profeta invita a sus mensajeros a que anuncien la llegada inminente de Dios. La razón de su anuncio es el retorno victorioso, viene con fortaleza y su brazo domina. La victoria ya le antecede (por ser Dios), pero también lleva sus trofeos, que son signo de victoria. Lo interesante es una actitud de contraste, ya que no asume una actitud bélica (confrontación o de guerra), sino de un cuidado cálido y tierno con los débiles, a imagen de un pastor que cuida a su rebaño.
El pueblo está en expectación
El estilo de vida ascético y la veracidad en su palabras, ante la llegada inminente del Reino, hacen de Juan Bautista un gran personaje que lleva hasta confundir a algunos pensando que él es el Mesías.
Recordemos que el mismo sanedrín envía a unos mensajeros para preguntarle explícitamente si él era el Mesías (Jn 1, 19-28).
Yo bautizo con agua, detrás de mí viene uno más poderoso que yo
Lo grandioso de Juan es que con mucha humildad reconoce que él no es el Mesías, que él sólo bautiza con agua[2], mientras que el bautismo que dará el Mesías será con “el Espíritu Santo y fuego”.
Sin embargo, la tarea de Juan es la misma de Isaías. Juan está para consolar al pueblo, tiene la encomienda de hablar del perdón, de hablarle al corazón, viene a anunciar que ya está pasando el tiempo de la servidumbre. Con la llegada del auténtico Mesías habrá una vida nueva.
El sólo es un esclavo y como tal no se siente digno, con Jesús, ni siquiera de ejercer el oficio de esclavo que consiste en descalzarlo, porque el Mesías es más grande que él.
Juan está sólo para prepararle una calzada. Así que el bautismo que Juan da es sólo una preparación.
En Isaías se afirma que el Señor ya está aquí y efectivamente Juan lo está bautizando. Él llega con gran poder y viene a cuidarnos como el Buen Pastor que es.
Bautismo con el Espíritu Santo y con Fuego[3]
Si Jesús se bautizó con Juan no fue porque necesitaba entrar en un proceso de conversión, sino más bien lo hace para santificar las aguas del bautismo.
El bautismo que Él nos deja es con Espíritu Santo y con Fuego
El fuego tiene aquí un sentido de purificar y eso es precisamente un efecto del bautismo que nos deja el Señor. Además el Espíritu Santo guía, consuela, fortifica, protege, santifica, etc. a quién lo ha recibido.
Precisamente en el bautismo, los óleos tienen una función especial y por la unción somos ya propiedad de Dios[4]. Pero la gracia que se recibe por la recepción del sacramento, es obra del Espíritu Santo.
Somos muchos los que nos bautizamos sólo con agua y nos falta la presencia del Espíritu Santo. Aún dentro de la Iglesia católica, muchos no conocemos al Espíritu Santo. Es Él el que anima nuestros proyectos, compromisos, configura nuestros horizonte de valores, esperanza, fe y caridad. El que no tiene el Espíritu de Cristo, simplemente no es de Dios. Así que el bautismo no hace vivir de una manera nueva.
Entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras oraba se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre Él.
El texto acentúa que Jesús se bautizado con la gente (no le pidió a su pariente Juan un bautismo especial). Esto en un primer momento indica que Jesús es precisamente el Emmanuel (Dios con nosotros) porque hace suyo todo lo que vive la humanidad, vive cerca de la gente, asume sus problemas, aspiraciones, esperanzas, sufrimientos. Su presencia es hacer presente entre la gente la llegada del Reino y con ello al mismo Dios.
Por otra parte, mientras oraba se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre Él…y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Esto se llama teofanía, es decir una manifestación de Dios que acredita que el que se está bautizando es su Hijo predilecto (hay una filiación divina).
De igual manera, cada uno de nosotros al recibir el bautismo, somos realmente hijos de Dios y nuestra tarea es estar a la altura de esa predilección. De tal manera que esa experiencia de amor, bondad, etc. que recibimos de Dios la debemos hacer nuestra y transmitirla.
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Diócesis de Tuxpan
Formador en el seminario
[1] El señor dirige a sus mensajeros la orden de consolar a su pueblo (versículos 1-2), después interviene una voz que invita a preparar el camino en el desierto para el regreso de los exiliados (v3-5). Inmediatamente se le comunica al mensajero lo que ha de proclamar (v 6-8) y finalmente un mensajero recibe la misión de anunciar a todas las ciudades la llegada del Señor, como rey victorioso y buen pastor (v.9-11). Consultar Biblia de Jerusalén.
[2] El agua tiene el sentido de purificar-limpiar, da vida y es signo de testimonio (ver 1 Jn 5,5-13).
[3] El fuego tiene varias funciones se usa para cocinar, brinda calor, purifica, pero también quema, intoxica y provoca incendios. Aquí tiene el sentido de purificar.
[4] Óleo de los catecúmenos, el cual se administra en el pecho del bautizado.